JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
Sitio oficial del escritor argentino
Bienvenidos a la Web JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
(Jorge Lemoine y Bosshardt (Mendoza, 19 de abril de 1948), poeta y escritor argentino.
Poeta, cuentista y novelista marplatense. Presidente de Honor Vitalicio de la Fundación de Poetas de la Argentina. Premios Jämför y Hämtar de la Orden de Onsladen de la Administración Pública de Suecia, 1996/97, Poesía. Primer Premio Nacional de la Sociedad Argentina de Escritores, Seccional Atlántica, 1997, Poesía. Premio de la Subsecretaría de Cultura de la Provincia de Buenos Aires, 1990, Narrativa. Primer Premio de Honor Leonístico Hispanoamericano, Club de Leones de Buenos Aires, 1996, Poesía. Ha publicado enorme cantidad de volúmenes.
LA POESÍA DE JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT
Jorge Lemoine y Bosshardt. Maestro de maestros. Inconfundible. Es el mejor de todos los poetas. Pilar de la poesía contemporánea. Ya es un inmortal.
Antonio Machado, Miguel Hernández, Jorge Lemoine.
Todos sus libros (muchísimos) abundan en obras maestras. Estamos ante un poeta incomparable y único. Estamos ante un poeta inmenso. Su poesía tiene toda la grandeza.
Bien, si tuviera que decir algo de Jorge Lemoine y Bosshardt y su poesía, diría lo que sigue, lo que siento y presiento, lo que quiero y me gusta, lo que me sale y no analicé. En fin, él es mi amigo y sabrá comprenderme.
No sé si los poetas son seres frágiles que comulgan con los dioses y tampoco sé bien quién es Jorge Lemoine y Bosshardt. Acaso sea un demonio de mirada dura que se complace en manchar las sábanas blancas con palabras. Todo es posible y todo es probable, tanto que aun así es mi amigo, lejano, desconocido, etéreo como cualquier poeta que se precie, espectral como cualquier ser que entrega primero el alma antes de escudarse en sus máscaras. Entre leerlo y quererlo hubo un paso tan frágil que mi pobre y vacua pretensión de crítico sin chapa quedó a la intemperie, dolorosamente en el umbral de todos los umbrales, quizá donde comienza la poesía y los poetas son simples seres humanos que hablan de lo que todos hablamos, aunque lo hagan al borde de un precipicio, antes de saltar al vacío, en el mismísimo lugar donde ya no los alcanza la muerte ni el suplicio de la vida. Posiblemente mi corazón noctámbulo haya inventado a Jorge Lemoine y Bosshardt, lejos de la razón que todo lo puede menos crear seres tan reales como este poeta de honduras insospechadas, profundo como un estilete clavado en las entrañas, verborrágico, atormentado por su propia condición de voz única e irrepetible, solo como un árbol, cerca como el fuego que llega en llamas, en colores, sin entregar nada a los pusilánimes ni a los pobres de espíritu que pululan entre las brasas, y posiblemente él exista más allá de mis pretensiones y transite este mundo desbocado, infértil, terriblemente estéril, dándose la cabeza contra los muros de arquitecturas y sistemas infames, fuera de sí y al borde de convertirse sólo en palabras, únicas palabras que lo hacen único y que lo eximen de cualquier biografía.
Acaso, como quiere Octavio Paz, sus poemas son su biografía, yo no lo pongo en duda; él está ahí, en cada verso que se transforma en surco, huella, camino de montaña, por momentos convertido en sacerdote de los sentidos, iluminando las grietas que dejan el dolor y la desesperación, hurgando en la pasión, en el sufrimiento y en la alegría más agria de las imágenes, conspirando contra todos los infiernos desde el infierno, a veces marino frente a la furia de la tempestad, a veces ola del océano desafiando a la playa.
Él está ahí y eso es lo que importa. Porque ahí es aquí, un lugar mío para decirlo y para que ahora sea el prodigio, la magia de la gran poesía danzando en mi interior. Ni dios pagano ni ángel frágil, sólo poeta, un gran poeta, un poeta absolutamente extraordinario, un talento impresionante y una inspiración sobrenatural. Su obra como prueba. Jorge Lemoine y Bosshardt tiene la perfección de la más alta poesía, el meritorio eco de Rimbaud, de Lautréamont, del mejor simbolismo histórico y de este surrealismo aún latente en todos los poetas posmodernistas; Jorge Lemoine y Bosshardt es lo mejor (la irreductible verdad). Es el modernismo sin Darío, la vuelta de tuerca de nuestra propia y latinoamericana poesía, lo que nosotros intuimos cuando leemos. Jorge Lemoine y Bosshardt se hunde en la poesía y en el océano que se abre para recibirla. Mi opinión sobre su poesía —y en eso estoy�? indagando en sus poemas lo que siempre es un eco, una voz que llega desde los abismos y no se palpa con los sentidos, que se intuye y se diluye y en algunos tramos de sus versos me recuerda la grandiosa grandeza de Walt, el inefable Whitman, recorriéndose en un periplo inacabable a sí mismo, desde sí mismo, quizá para sí mismo, posiblemente por las huellas expresivas que en Jorge Lemoine y Bosshardt son hallazgos expresivos supremos (con qué pagarle eso de "el corazón es como una trompeta/ de sol que alumbra un canto de/ rayos de sangre"), aunque se sumerja por momentos en otro periplo y su canto, porque hay algo de oda en toda su obra, sea la excusa para zambullirse en un infierno que, más allá de Dante, no revela una alegoría sino un destino, este mismísimo destino inasible, inapresable, escurridizo.
Voy leyendo sus versos y no puedo evitar la asociación con "Los versos del Capitán", de Neruda, por ejemplo, lo que no es excusa para decir que lo suyo tenga parangón conocido; sucede que toda buena poesía se reconoce en la analogía, aunque ese reconocimiento no parta de deducciones ni de silogismos. ¡Cuántos poetas en un solo poeta! No todos los días se encuentra uno con poetas valiosos. Lemoine y Bosshardt hace una poesía valiosísima, con voz propia preeminente y búsquedas que horadan el sentido, que lo trascienden desde la palabra poética, sublimación que ineludiblemente se reconoce en él como puramente insuperable. Jorge Lemoine toca el absoluto. Es el maestro que recorre todos nuestros silencios. Pero no me pidan, por favor, que confunda su poesía —que tiene toda la grandeza para no ser manoseada con meros adjetivos�?con unos pocos calificativos que para mí nada dicen. Yo prefiero decir lo que sé, intuyo y siento después de haber paladeado el mejor vino de la más alta poesía.
Diego Pedrosa, Poetas en la Red
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